Quizá te ha pasado en algún momento…En el colegio, en el trabajo, en grupos de amigas, en proyectos compartidos…Esa sensación de competencia, de comparación, de desconfianza, o incluso de traición.
¿Te has preguntado alguna vez de dónde viene esa rivalidad que tantas veces nos divide como mujeres?
No es casualidad. Hay algo más profundo, más antiguo… algo que llevamos grabado en nuestra memoria ancestral.
Si miramos con los ojos del alma y viajamos en el tiempo, llegamos a una época oscura que marcó profundamente la historia femenina: la época de la caza de brujas.
Durante siglos, especialmente en tiempos de la Inquisición, muchas mujeres fueron perseguidas por ejercer lo que hoy llamaríamos saber ancestral: preparar pócimas, trabajar con hierbas medicinales, parir en casa, acompañar con cantos, con manos, con intuición…
Cualquier práctica que se saliera de lo "establecido" era considerada peligrosa.
Y para salvarse, muchas mujeres fueron obligadas a delatar a otras. A veces eran vecinas. Otras, amigas. O incluso hermanas.
Lo más devastador no fue solo el dolor de la tortura o de la muerte…Sino la fractura que se sembró en el tejido femenino. Una desconfianza sembrada a fuego lento. Una herida de traición entre mujeres.
Desde entonces, generación tras generación, este dolor ha quedado impreso en nuestro inconsciente colectivo. Y aunque hoy no vivimos esas persecuciones (al menos no en esa forma), esa memoria sigue viva en lo más profundo. Y se manifiesta de muchas formas: celos, envidia, crítica, comparación, miedo a confiar, necesidad de competir…
Es una herida que seguimos arrastrando sin saber por qué.
Pero algo está cambiando.
Cuando tomamos consciencia de esta historia que nos habita, algo empieza a sanar. Cuando entendemos que muchas veces la rivalidad no es personal, sino ancestral, podemos dejar de culparnos y comenzar a mirarnos con compasión. Podemos abrir el espacio para reconstruir el tejido sagrado entre mujeres.
Y entonces surge la gran pregunta:
¿Qué pasaría si en lugar de rivalizarnos, nos uniéramos?, ¿Qué podríamos crear juntas si sanamos esa antigua herida de traición?
Quizá ya es tiempo de recordar que no estamos solas, que no somos enemigas, y que juntas somos más fuertes. Quizá sea momento de dejar de competir y empezar a sostenernos. Porque cuando una mujer sana su relación con otra mujer, sana también una parte del linaje colectivo.
Y tú…¿Te animas a sanar esta herida y empezar a confiar nuevamente en otras mujeres?
Con mucho amor, Vane