Parece que hoy en día hemos aprendido a comunicarnos desde la queja, a sobrevivir desde la crítica, y a vivir reaccionando ante todo lo que no se ajusta a nuestras expectativas. Nos quejamos del trabajo, del clima, del tráfico, de la pareja, de lo que no llega, de lo que no entendemos. Nos hemos vuelto expertos en protestar… y casi sin darnos cuenta, lo hemos normalizado.
Pero, ¿alguna vez te has parado a mirar qué hay detrás de esa queja?
Vivimos en una sociedad rápida, exigente, hiperestimulada. No nos da tiempo a digerir lo que sentimos, lo que nos duele, lo que no entendemos. Y como no sabemos cómo gestionarlo… lo juzgamos. Y como no nos gusta… lo rechazamos. Y como no sabemos qué hacer con ello… lo señalamos.
Sin embargo, todo lo que nos ocurre tiene un propósito mayor. Nada llega por casualidad. Las situaciones difíciles, las personas que incomodan, los tropiezos que se repiten… todo está ahí para mostrarnos algo que todavía no hemos sanado, algo que aún no hemos comprendido. Todo lleva consigo un mensaje del alma que está esperando ser escuchado.
Pero si solo nos quedamos en la superficie del malestar, si únicamente le damos voz a la queja sin detenernos a mirar más profundo… nos perdemos el verdadero aprendizaje. Nos estancamos. Y lo que es peor: bajamos nuestra frecuencia energética.
Quizás nunca lo habías visto así, pero la queja, el juicio, la crítica o el señalamiento nos colocan en la misma frecuencia que el miedo, la culpa, la frustración. Y desde ahí, solo atraemos más de lo mismo. Más experiencias que nos hagan sentir víctimas, más motivos para seguir alimentando esa rueda.
Lo mejor de todo es que tenemos el poder de cambiar esa percepción.
La próxima vez que algo te irrite, te saque de tus casillas o te genere incomodidad… en lugar de reaccionar automáticamente, pregúntate con honestidad:
¿Qué me está queriendo mostrar esto?
¿Qué parte de mí necesita atención, comprensión o sanación?
¿Qué puedo aprender de esta situación si dejo de juzgarla?
Verás que cuando comienzas a mirar la vida desde esa consciencia, todo cobra sentido. Todo encaja. Lo que parecía un castigo, se transforma en un regalo disfrazado. Lo que parecía una injusticia, se vuelve un portal de transformación. Y lo que creías que era un error… se convierte en parte perfecta del plan de tu alma.
Nada está fuera de lugar. Nada es casual. Todo es para ti, no contra ti.
Te invito a que hagas el ejercicio consciente de observar tus pensamientos diarios. ¿Desde dónde hablas? ¿Desde la gratitud o desde la queja? ¿Desde la compasión o desde el juicio? ¿Desde el alma o desde el ego?
Y si descubres que has estado más tiempo del que desearías en la vibración de la queja, no te castigues. Solo toma una respiración profunda… y elige de nuevo. Vuelve al centro. Vuelve a ti. Recuerda que tu poder está en cómo eliges interpretar lo que vives.
Porque al final, no se trata de lo que ocurre fuera, sino de cómo eliges vivirlo dentro, porque en definitiva, TODO ESTÁ EN TÍ.
Con mucho amor, Vane