¿Te has sorprendido alguna vez actuando de cierta manera solo para agradar?
¿Cediendo en una conversación, evitando decir lo que piensas, sobrecargándote de responsabilidades, o perdonando antes de tiempo… solo para mantener la paz o sentir que estás haciendo “lo correcto”?
Si es así, no estás sola.
Y no es que seas débil o ingenua.
Es que muy probablemente estás respondiendo a un patrón inconsciente aprendido en tu infancia: el de ser “la buena”.
De niños aprendemos que “ser buenos” nos da amor
Desde pequeños, fuimos observando y adaptándonos al entorno.
Nos dimos cuenta —sin que nadie lo explicara— de que cuando éramos obedientes, amables, calladitos, generosos o sonrientes… recibíamos aprobación.
Pero cuando decíamos que no, cuando hacíamos una rabieta, cuando poníamos un límite o simplemente expresábamos algo incómodo, la reacción era diferente: rechazo, castigo, silencio, desamor.
Y entonces, sin darnos cuenta, nuestro inconsciente grabó una regla básica para sobrevivir emocionalmente:
“Si soy buena, me quieren. Si no, me rechazan.”
El problema es que ese patrón sigue activo de adultos
Aun cuando crecemos, seguimos actuando desde ese programa invisible.
Queremos ser los buenos, los justos, los comprensivos, los que siempre ceden, los que no molestan, los que aguantan…
Incluso cuando eso nos deja vacíos, frustrados o con dolor interno.
No lo hacemos por debilidad, lo hacemos por fidelidad a un sistema emocional aprendido.
Lo hacemos porque una parte infantil dentro de nosotros aún cree que, si no agradamos, nos dejarán de querer.
¿Y qué ocurre cuando seguimos actuando así?
✔ Nos traicionamos para que no se enfaden.
✔ Callamos nuestras necesidades para que no se alejen.
✔ Nos convertimos en los salvadores de todos, pero nos olvidamos de nosotros mismos.
✔ Cargamos culpas que no nos corresponden, solo por “quedar bien”.
Y todo eso tiene un precio:
Nuestra autenticidad.
Nuestra energía.
Nuestra verdad.
No se trata de dejar de ser empáticos o bondadosos.
Se trata de sanar esa herida infantil que nos hace creer que solo merecemos amor si somos “buenos” todo el tiempo.
Y empezar a comprender que:
Puedes ser buena y poner límites.
Puedes ser compasiva y decir que no.
Puedes ser luz y retirarte de quien te apaga.
Puedes equivocarte y seguir siendo digna de amor.
Ser “la buena” dejó de ser una necesidad cuando te das permiso de ser tú. Completa. Real. Íntegra.
Con mucho amor, Vane