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Los 72 nombres de Dios: ¿ángeles o demonios?

Los 72 nombres de Dios: ¿ángeles o demonios?

Hace miles de años, los sabios que observaban el cielo descubrieron que el universo podía dividirse como un gran círculo de 360 grados. Para entenderlo mejor lo organizaron en doce partes, lo que hoy conocemos como casas zodiacales, y cada una de esas partes la dividieron en seis fragmentos más pequeños. Así llegaron al número 72. Para ellos, cada uno de estos segmentos del cielo representaba una energía, una vibración distinta que influía en la Tierra y en la vida de las personas.

Ese mismo número apareció también en la tradición espiritual judía. A través de la gematría, un sistema que da un valor numérico a cada letra hebrea, los cabalistas descubrieron que el nombre sagrado de Dios contenía también la clave del número 72. De pronto, el cielo y la palabra sagrada parecían hablar el mismo idioma: setenta y dos energías o fuerzas que sostienen la creación.

Lo que llamamos “los 72 nombres de Dios” no son en realidad nombres como los entendemos nosotros. Son combinaciones de letras hebreas que funcionan como llaves. Cada una abre la puerta a una energía diferente: sanación, protección, sabiduría, transformación. No son palabras mágicas, son frecuencias que resuenan en nosotros y en todo lo que existe.

Con el tiempo, estas energías se entendieron de dos formas. En su aspecto luminoso se llamaron ángeles. En su aspecto sombrío se llamaron demonios. Pero en el fondo no eran dos cosas diferentes. Son la misma fuerza, que puede expresarse de manera constructiva o destructiva. Un mismo impulso puede ayudarte a crecer o puede sacudir tu vida hasta los cimientos. Depende de la polaridad con la que esa energía se manifieste y de la forma en que la recibas.

Los antiguos les pusieron nombres y rostros, para poder hablar de ellos y relacionarse con esas fuerzas. Así nacieron ángeles con cualidades protectoras y demonios que representaban las pruebas y los miedos. Pero lo esencial no está en los nombres, sino en comprender que luz y sombra forman parte de una misma vibración. No existen de forma separada, sino como dos lados de una misma moneda.

Esto nos lleva a una reflexión sencilla pero profunda: lo que vivimos cada día está atravesado por estas energías. Una situación puede convertirse en oportunidad o en obstáculo, en guía o en desafío. No porque haya un “ángel” o un “demonio” afuera decidiendo, sino porque la misma fuerza se colorea según nuestro estado interior y la forma en que la vivimos.

Quizás el verdadero mensaje de los 72 nombres de Dios no sea descubrir si existen ángeles o demonios como seres externos, sino reconocer que esas energías están en nosotros y que somos nosotros quienes decidimos desde qué lado vibrarlas. La vida no nos impone; nos ofrece. Y en esa elección entre luz y sombra se esconde nuestra verdadera libertad.

Lo sabias? 

Con cariño, Vane

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