Vivimos en una época donde las afirmaciones positivas, la ley de la atracción y los decretos de alta vibración se han vuelto herramientas muy populares. Y es maravilloso que cada vez más personas busquen elevar su energía, cambiar su mentalidad y crear una vida alineada con el bienestar.
Pero hay algo que muchas veces se omite: la sombra.
Esa parte inconsciente que no se borra repitiendo frases bonitas.
Esa herida no sanada que no desaparece porque la ignores.
Ese dolor, ese enfado, esa culpa que cargas… aunque sonrías.
No se puede vibrar alto negando lo que duele
Pretender estar “siempre bien” es otra forma de autoabandono.
Una forma disfrazada de espiritualidad que solo posterga lo inevitable: el encuentro contigo mismo.
Puedes decretar abundancia, pero si en tu interior hay una creencia de carencia, el decreto no tiene raíz.
Puedes afirmar amor propio, pero si en tu sombra vive la herida de no sentirte suficiente, las palabras no llegan al corazón.
Puedes visualizar paz, pero si no atraviesas tu caos, solo estarás pintando de blanco un muro que se desmorona por dentro.
La luz real nace de mirar la oscuridad de frente
Sanar no es negar lo que sientes, es atreverte a sentirlo para liberarlo.
Es reconocer tus heridas, no para quedarte en ellas, sino para dejar de esconderlas y empezar a transformarlas.
Es sostener tus partes rotas con compasión, en vez de intentar taparlas con frases positivas.
Tu vibración se eleva cuando tu alma se libera del peso que ya no necesita. Y para eso, primero hay que mirar ese peso con amor.
El equilibrio está en integrar, no en excluir
La verdadera espiritualidad no está en aparentar luz, sino en reconocerte entero.
Con tus claros y oscuros. Con tus luces y tus sombras.
Porque solo cuando abrazas tu oscuridad, tu luz deja de ser una ilusión… y se convierte en verdad.
Con amor, Vane