Hay personas con las que, por más que intentes dialogar, no hay forma de avanzar.
No importa cómo expliques tu punto de vista: siempre tienen algo que corregirte, señalarte o llevarte la contraria.
Y no lo hacen desde el deseo de crecer juntos, sino desde la necesidad de tener razón… de quedar por encima, de ganar.
¿Te has cruzado con alguien así?
Personas que interrumpen constantemente.
Que invalidan cualquier opinión que no sea la suya.
Que se aferran a sus creencias como si defenderlas fuera cuestión de vida o muerte.
Que no admiten errores, y si lo hacen, es con sarcasmo o con un comentario que vuelve a colocarlos en posición de “superiores”.
Y entonces tú te preguntas…
¿Por qué actúan así? ¿Qué hay detrás de esa actitud tan rígida?
Aunque parezcan fuertes o dominantes, en el fondo estas personas no se sienten seguras internamente.
Necesitan tener razón porque no soportan la idea de estar equivocados.
Porque creen (muchas veces de forma inconsciente) que equivocarse es perder valor, perder respeto o ser menos.
Y como no quieren enfrentarse a su propia vulnerabilidad, levantan una coraza de orgullo, control y rigidez.
No buscan aprender… buscan defenderse.
A veces han crecido en entornos donde equivocarse era castigado, humillante o doloroso.
Otras veces tienen tan baja autoestima, que solo sienten valía cuando demuestran que saben más o que tienen el control de la conversación.
Por eso, si lo miras con profundidad, verás que no es arrogancia lo que los mueve, sino miedo.
Y cuando uno actúa desde el miedo, necesita atacar o imponerse para no sentirse débil.
¿Vale la pena engancharse con ellos?
Cuando entiendes que no están discutiendo contigo, sino con sus propias heridas, algo cambia dentro de ti.
Ya no necesitas convencerlos.
Ya no quieres “ganarles”.
Empiezas a verlos desde otra perspectiva.
Y te das cuenta de que no es tu responsabilidad sanar lo que ellos no quieren mirar.
A veces, la mejor forma de cuidarte no es pelear… es comprender y retirarte a tiempo.
No porque seas mejor.
Sino porque ya no necesitas demostrar nada.
No estás aquí para ser entendido por todos.
No estás aquí para probar tu verdad cada vez que alguien te desafía.
Estás aquí para vivir desde tu integridad, tu conciencia y tu libertad interior.
Así que la próxima vez que alguien intente imponerse a toda costa, recuerda esto:
Quien necesita tener siempre la razón, está huyendo de su propia inseguridad.
No reacciones desde el ego. Observa desde el alma.
Y luego… elige tu camino.
Uno en el que no tengas que alzar la voz para sostener tu verdad.
Uno en el que, si hace falta, sepas alejarte con amor y firmeza.
Porque tu energía no es para desperdiciarla en luchas sin sentido.
Es para crear, sanar, brillar… y vivir en paz.
Con amor, Vane